miércoles, 14 de febrero de 2018

Volvemos a la niñez

¿Conoces al Ratoncito Perez?
Los niños de 1º, 2º y 3º de primaria aprendieron el duro trabajo de ser tan importante, ya que el 19 de Enero fueron al auditorio a ver está obra de teatro, además en inglés.
Los niños consiguieron entender la mayoría del diálogo, porque los actores gesticulaban bastante.
 Todo el mundo hemos deseado que se nos caiga un diente y que el ratoncito Perez visitara nuestro hogar y levantarnos por la mañana entusiasmados viendo el regalo debajo de la almohada
¿Queréis conocer un breve fragmento de la historia del ratoncito Perez?  
Continuar leyendo y lo descubrireis:


¿Se cayó el primer dientito? ¡Qué alegría! Pero también, ¡qué susto! ¿Y ahora qué va a pasar? ¿Se me van a caer todos? La caída de los dientes causa en los chicos mucha ilusión pero, a la vez, muchas preocupaciones. Por suerte está el Ratón Perez que, con sus regalos, viene a calmar las ansiedades. A continuación, la historia de este ratoncito.
Hoy les voy a contar una historia, la historia del Ratón Perez. O sea, mi historia, la historia de un ratón trabajador.

Toda mi familia y yo vivíamos en una pequeña cueva. Sí, papá Ratón Perez y mamá Ratita Anita. Nuestra cuevita era, como toda casa de ratones, un agujerito (ni muy grande ni muy chiquito) para que no nos pudiese atrapar ningún gato.

Dentro había pelusas para que nos sirvieran de abrigo en invierno, pedacitos de periódico para que papá supiera siempre qué estaba pasando en el mundo, quesitos duros, blancos, con agujeros y sin agujeros (son nuestros preferidos).

Un día tuve una idea: ¡mudarnos!, pero a una casa distinta de las demás. Una casa muy grande, cómoda, limpia y muy blanca. Pensé y pensé y decidí que lo mejor sería ir a vivir a un castillo. Fui corriendo y se lo conté a mi familia; todos saltaron y movieron sus colitas con alegría.

¡Tendríamos un castillo sólo para nosotros, sin gatos y con muchos quesitos!

Y entonces surgió el gran problema, ¿con qué lo construiríamos?

Mamá pensó: con pelusas, pero... duraría muy poco.

Papá dijo: ¡con papel! No, se volaría rápidamente.

En ese momento se me ocurrió una idea genial: proponerles a todos los niños del mundo que, cuando se les cayeran los dientes, me los entregasen a mí, para poder construir con ellos el mejor y más blanco castillo que nunca se hubiera visto ni imaginado.

Eso sí, con una condición: como soy muy vergonzoso, los dientes que se les vayan cayendo deberán dejarlos debajo de la almohada, para que, cuando estén durmiendo, yo pueda pasar a buscarlos muy despacito y sin hacer ni un solo ruidito. Pero, ¡atención!

Como somos ratones agradecidos y nos gusta dar sorpresas, van a ver que me voy a llevar el diente pero les voy a dejar algo a cambio. ¿Qué? ¡Ah!, no, no se dice, si lo hiciera, dejaría de ser una sorpresa.

¿Saben qué? Me gustaría que mi castillo fuera el más grande, que sus dientecillos (dientes que son ladrillos) estén siempre limpios, fuertes y muy cuidados. Por eso, acordate de mí y cuidalos mucho, cepillándolos como corresponde, no comiendo demasiados caramelos y visitando seguido al dentista.

Y recordá que "ya en la época de mis abuelitos, el Ratón Perez juntaba dientecitos. Por eso, como dijo mi tío Martín, éste es un castillo que no tiene fin".




De 4º a 6º de primaria fueron también a ver otra obra de teatro en inglés. "The time machine"
Iban conociendo diferentes lugares y sus costumbres. 
Una pequeña opinión de una alumna:
-No entendía mucho pero me pareció muy entretenido, aprendí los diferentes lugares. Me encantaron los trajes con los que actuaban.




Leyre M.
Mirella V.
Elena P.

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